Psicología e inteligencia artificial: estas son las tendencias que redefinirán la relación entre pacientes y profesionales
‘Bots’ conversacionales, aplicaciones informáticas, realidad virtual... La IA transformará diagnósticos y tratamientos, pero también será necesario tomar una serie de precauciones para asegurar un uso ético y apropiado


¿Puede un sistema de inteligencia artificial prestar una atención psicológica que sea beneficiosa para el paciente? Puede que la respuesta rápida (y en sentido negativo) ante una cuestión semejante sea la correcta, pero la vertiginosa evolución de las herramientas de IA hace que aquí quepan numerosos matices. Sin ir más lejos, el personaje “Psychologist” (Psicólogo), un chatbot de la plataforma Character.ai que afirma “ayudarte con los problemas de la vida”, ha compartido desde su creación más de 200 millones de mensajes, y recibe más de 3,5 millones de visitas diarias.
Si bien este robot es de lejos el más popular en su categoría, no es desdeñable señalar que, ya en enero de 2024, existían un total de 475 bots diferentes en las categorías de terapia, psiquiatría y psicología. El rango de edad más común en Character.ai es el que va de los 16 a los 30 años, un segmento de la población que parece especialmente inclinado a explorar de esta forma sus emociones y encontrar compañía durante sus momentos de mayor soledad, especialmente en horas nocturnas. La accesibilidad y la interacción anónima son factores clave en esta preferencia.
Para Manuel Armayones, catedrático de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigador principal del Behavioral Design Lab (BDLab) de la UOC, y Pablo Vallejo, profesor de los mismos estudios, no hay dudas acerca de cómo la inteligencia artificial está transformando el presente y el futuro de la psicología. Aplicaciones como Woebot, que ofrece intervenciones basadas en terapia cognitivo-conductual, o Replika, que permite crear un compañero virtual que está siempre a tu lado, proporcionan apoyo psicológico en tiempo real. Se prevé que en 2025 esta tecnología mejore tanto los diagnósticos como las intervenciones psicológicas, lo que sin duda transformará la relación entre los profesionales de la salud y sus pacientes. Unos adelantos que, eso sí, deben desarrollarse con responsabilidad y supervisión profesional, algo que ahora mismo no siempre se cumple.
“El peligro es que la tendencia de estos sistemas, detrás de los cuales no hay humanos, es que pueden dar información complicada. Ponte, por ejemplo, en el ámbito de los trastornos alimenticios”, cuestiona Armayones. “En algunos casos se está llegando a decir que la anorexia es “un estilo de vida” y otras zarandajas que, evidentemente, jamás se explicarías así en la consulta de un profesional”. La desinformación es solo uno de los posibles desafíos en el desarrollo de esta tecnología, como también lo son las amenazas a la protección de datos o la manipulación que pueda producirse.

¿Qué impacto tiene la IA en la atención psicológica?
“Siempre digo que será mejor una buena IA bien entrenada que un profesional sanitario haciendo seudociencia. Es cierto que, a día de hoy, las IAs todavía no pueden sustituir la intervención de un equipo multidisciplinar, pero los avances son muy importantes”, señala Vallejo. Para el académico, el futuro de la psicología pasará por la creación de equipos híbridos, formados por psicólogos que estén asesorados por inteligencias artificiales que, a su vez, estén supervisadas por un humano, de forma que se garantice una intervención segura y ética (lo que denominan human in the loop). Un futuro donde la IA será un miembro más del equipo, trabajando conjuntamente con los profesionales médicos (psicólogos, radiólogos, etcétera).
El impacto de la inteligencia artificial será extensivo y afectará a todos los campos, desde la prevención y detección precoz de los trastornos mentales a las intervenciones y la propia formación de los futuros psicólogos: “Ya estamos haciendo bots con capas de realidad virtual (RV) que imitan problemáticas de pacientes, de forma que no sea necesario hacer prácticas reales con ellos. Podemos generar cualquier problemática de forma completamente realista, basadas en IAs mediadas con diseños en 3D de altísima calidad”, afirma Vallejo. Al recrear situaciones clínicas complejas en entornos de simulación, los alumnos podrán practicar sus habilidades de forma progresiva y en un escenario controlado, mejorando su confianza y su competencia profesional antes de afrontar casos reales.
Aunque el uso de la realidad virtual para tratar fobias y trastornos de ansiedad no es ninguna novedad, sí lo es la democratización de esta tecnología: “Hace 15 años, solo hacían cosas de realidad virtual los consultorios más grandes y con mucho dinero para invertir. Pero hoy unas gafas de RV que sean funcionales cuestan 500 euros, por lo que son mucho más accesibles, y lo mismo sucede con los programas”, sostiene Vallejo. Este tipo de aplicaciones puede tener un impacto positivo en la gestión emocional y en procesos terapéuticos difíciles, como sucede, por ejemplo, en los procesos de luto, donde la RV y la RA (Realidad Aumentada) ofrecen la posibilidad de que una persona pueda despedirse de un familiar difunto mediante una simulación controlada y supervisada por un profesional.
Prevención y detección precoz
Otro de los aspectos más claramente afectados por la democratización de la IA tiene que ver con la detección y prevención de los distintos trastornos psicológicos, pudiendo así identificar patrones de riesgo antes de que los síntomas sean evidentes. Todo esto gracias a que los algoritmos de aprendizaje automático (machine learning) permiten analizar grandes cantidades de datos de una forma mucho más rápida, incluyendo publicaciones en redes sociales, registros médicos, datos biométricos e incluso patrones de lenguaje, para detectar cambios en el tono emocional o la frecuencia de interacciones. Una agilidad que permitirá intervenciones más precoces y efectivas, hasta el punto de que se desarrollan ya sistemas capaces de predecir trastornos como la bipolaridad o el estrés postraumático mediante el análisis de elementos sutiles en la voz o la expresión escrita.
Desde un punto de vista de comprensión de los problemas, la inteligencia artificial “está acelerando muchísimo la explicación y las causas de los distintos trastornos. Y lo que antes en Psicología hubiera requerido 10 años de investigación, ahora lo estamos haciendo en uno, en campos como la neurociencia y la psicología social”, argumenta Vallejo, para quien el análisis de grandes cantidades de datos ayuda a identificar los orígenes y los mantenedores de los trastornos mentales, así como determinar las terapias más efectivas en cada caso. Pero también expresa una preocupación genuina por no ser capaces de integrar a tiempo todo este nuevo conocimiento en la formación universitaria.
“Como psicólogo, a mí me encantaría tener toda la información, toda la evidencia, todos los artículos y terapias ya cargados, de manera que pudiera interactuar con esa IA en cualquier momento para ayudarme a llegar a sitios donde yo solo no puedo llegar, y menos en tan poco tiempo”, reconoce Armayones. En la conversación con ambos académicos se abra ahora el momento perfecto para poner sobre la mesa una de las reclamaciones más antiguas del colectivo: la carencia de psicólogos en la sanidad pública, algo por lo que Vallejo recuerda haber recogido firmas hace 20 años y que no ha cambiado un ápice. “No tenemos suficientes psicólogos o psicólogas. Y me da miedo que a algún gestor se le ocurra decir, “oye, como no hay suficientes, vamos a poner unos bots y con eso vamos compensando el problema”, reclama Armayones. “Como tampoco tiene ningún sentido que un psicólogo con 30 años de experiencia explique una y otra vez las mismas técnicas de relajación, algo que puedes hacer perfectamente con RV o un podcast digital, para que el psicólogo pueda dedicarse a aquello que aporta valor a la profesión”.
No solo se trata, en cualquier caso, de tener más profesionales, recuerda Vallejo: “También es tener más calidad, más recursos y más tiempo para dedicárselo a los pacientes. Y estamos muy medicalizados”, reivindica. “Aquí, la cuestión es cuál va a ser el rol de las IAs y quién las va a gestionar: si lo hace un sector que se preocupe por la salud, seguramente hagan el bien y estén para ayudar y hacer lo mejor. Pero si se ocupa de ello un sector más interesado en el beneficio económico, esa será la prioridad. Al final depende de la voluntad política que haya detrás, porque puede hacerse de muchas formas”.
IA para el apoyo social y emocional
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